Cada día me pierdo más en mi
sombra.
Mi sombra es deforme imitando
los baches de mis veredas, no quiere ser igual que yo.
Quiere ser imagen de esas
nubes de tormentas que plagan el horizonte, ante proyecto de viento y agua.
Nada me molesta tanto como
ver mi sombra tan deforme.
Sería mucho mejor sentir la
caricia de una nube con forma de mujer; pero no, se empeña en molestarme.
No quiere leer en mi alma,
cuales son mis deseos; prefiere seguir molestándome.
A veces pienso en darme la
vuelta para que el sol me dé de frente y perderla de vista, pero mi meta es el
ocaso en busca de un atardecer rojizo, por eso va siempre delante de mí.
Una vez a orillas de un
barranco creí perderla, pero no, al llegar a la orilla, ella ya estaba allí.
Seguí caminando, y cuanto peor
era al camino, mis deformidades eran
mayores, se reían de mí, creo que hasta se ponían contesta con mi fealdad.
Ya dudaba de que si alguna
vez había sido humanamente guapo; si alguna vez puede haber sido primavera,
cuidado por unas manos blancas de mujer; si alguna vez llegue a sentir el amor;
dudaba ya, de haber si amante o amado.
Mientra caminaba hacia mi
meta, se puso ante mis ojos un espejo enorme con mi sombra deforme, y me dijo:
amigo, se te acabo el tiempo de soñar, y se encendió una luz; estaba en mi cama
sudando de tanto caminar en dirección del ocaso; me dijo: camina ahora al
naciente donde está tu futuro; le hice caso, y aquí estoy contándoles mi
aventura mientras dormía.
Ah, y saben lo que hice con
la sombra?, le apague la luz para que no tuviera sombra; una sombra con otra
sombra se oculta.
Jecego. 18 de marzo del 18.
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