Paseando mi soledad por
Anaga, encontré cerca de un risco, un charco de agua cubierto por hojas secas
de árboles del lugar; me incliné sobre él y comencé a quitar las hojas que le
cubrían; noté con mis ojos que el agua se movía y con ella las ramas de los árboles
de su alrededor; pronto mi mente empezó a fantasear imaginando cosas que no
podían ser y opté por dejar el charco limpio y quieto sin dejar de mirar su
superficie; entonces me sentí dentro del espejo de agua en que se había
convertido el charco; podía ver en lo más profundo, un cielo azul precioso,
inmenso, fabuloso, nubes que le surcaban, ramas de árboles próximos moviéndose dentro
del espejo, efímeras pasadas de pájaros que me saludaban y un inmenso silencio
que parecía materia helada que me envolvía; todo me parecía un sueño; un sueño
extraño, pero un sueño; todo me abstraía, pero además, había algo al centro del
espejo que despertó mis sentido, algo que el sol creaba con un rayo de su luz que
lo llenaba todo y se transformó en un hada con su imagen bien definida, que se
metió en mí cuando con mis dedos moví el agua; un hada en Anaga, pensé medio
dormido todavía; volveré otro día cuando haya mi mente se aclare del todo, pero
si vuelvo a encontrar el hada de mi sueño, me la quedo……
Jecego.
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